Introducción
Hace unos meses nos llegaban noticias desde el sudeste asiático de un nuevo virus que estaba creando serios problemas de salud y cuyo origen era desconocido. Esto nos parecía muy lejano, pero rápidamente llegó a Europa y al resto del mundo, acompañado de un número de muertes incontrolable por allá donde pasaba. El resultado: el mundo cambió en pocos meses.
Hay mucha información hoy día que hace distinto el enfoque respecto a otras pandemias de este siglo. La información llega de cualquier lugar, a veces en exceso y sesgada y/o distorsionada. Es fácil pensar en que ya no se qué pensar ¿?. En este artículo vamos a intentar explicar con un lenguaje que sea muy sencillo de entender, a modo de analogía como si de una guerra se tratase nuestra respuesta fisiológica al Covid-19.
Sistema inmunitario, nuestro ejército
El covid-19 no es un virus aislado al que nos enfrentamos, sino uno más pero no conocido por el ser humano. Constantemente estamos expuestos a multitud de microbios (virus, bacterias, y diversidad de patógenos) contra los que luchamos de forma constante e inconscientemente día tras día. Frente a esta diversidad patogénica, poseemos un eficaz ejército, nuestro sistema inmunitario, que con gran eficacia suele neutralizar al enemigo dejando solo algunas secuelas de la batalla (fiebre, dolor, diarrea, etc.) pero logrando la victoria. Esto nos ha permitido avanzar como especie.
¿Quiénes forman nuestro ejército?
Principalmente nuestros soldados son células, cada una con su especialización pero en gran comunicación entre ellas. Son soldados eficientes, tanto que si es necesario, se suicidarán por el bien de ganar cualquier guerra.
Cada célula tiene en su interior su propio software, con todo lo que sabe hacer (ADN) y cuando decide que hacer frente a un patógeno, imprime la orden y lo traduce en una respuesta (ARN). Esto lo diferencia de un virus, que solo tiene ARN, pero carece de ADN. Sin ADN, es un impreso sencillo, pero si consigue la multicopiadora de la célula, puede copiarse muy rápido, es decir el Covid-19 (como la mayoría de los virus) es sencillo, pero muy rápido de replicar.
Si el ejército está formado por 3 divisiones (tierra, mar y aire) nuestro ejército inmunitario está formado por 4, neutrófilos, macrófagos, linfocitos y células dendríticas.
Una de las propiedades de nuestro ejército es la capacidad que tiene de recordar al enemigo y recordar cómo le venció, es decir nuestro sistema inmunitario tiene memoria. Es la razón por la cual pasamos de pequeños la varicela, pero después no volvemos a padecerla o el porqué nos vacunan de pequeños (generalmente bajo la inducción de nuestra respuesta ante un enemigo mermado) de algunas enfermedades que ya no padeceremos de adultos.
La guerra contra el Covid-19
Nuestro ejército está bien preparado, es eficaz y tiene una gran capacidad de respuesta ante cualquier patógeno. Millones de años le han servido de entrenamiento para que esto sea así. Es la única forma de supervivencia de una especie. Sin embargo, mucho se ha escrito y oído sobre la falta de respuesta de nuestro sistema inmunitario, su exceso de acción, su falta de memoria…frente al Covid-19. ¿Qué hay de cierto en ello?
Cuando el Covid invade nuestras tierras
Cuando el enemigo entra en nuestro cuerpo, necesita imperiosamente un lugar donde alojarse. Nos es muy bueno lejos de las trincheras, así que necesita entrar en una célula la cual pueda habitar y de la que posea una llave para poder entrar, por ello siente predilección por tejido con revestimiento epitelial como los pulmones. Los cuales tienen células en su entorno con una puerta llamada ACE2, de la cual posee la llave el dichoso Covid-19. Una teoría por la cual parece que los niños son menos propensos a tener el Covid, es por la menor expresión de esta puerta celular.
Cuando el virus entra en las células de las vías respiratorias o en los pulmones, deposita su propio patrón (ARN) para que la célula las fotocopie, por lo tanto utiliza la maquinaria celular para su propia replicación y cuando lo consigue viaja a otra célula para seguir su “invasión”. Un engaño en toda regla.
Nuestro ejército da por iniciada la guerra
Ante esta invasión basada en el engaño, nuestro ejército ordenara rápidamente una primera respuesta de la infantería, la división de los macrófagos. Esto se denomina inmunidad innata, y es rápida. Estos soldados atacarán todo lo que no reconozca e incluso se comerán literalmente al enemigo. Así son ellos, sádicos pero eficaces. Además, estos soldados empezarán a enviar what´s apps para avisar a más soldados y al resto del tejido de que son tiempos de guerra. Estos whats app son la citoquinas pro-inflamatorias y el tejido ante este mensaje aumentará su capacidad de respuesta. Cuanto mayor es la presencia del virus (teoría de la carga viral o rápida replicación), mayor será el numero de citoquinas y mayor la respuesta celular generando un ambiente hostil para el virus (inflamación). Algunas células pueden llegar al suicidio si se ven infectadas.
La guerra, fase II
Tras la infantería de los macrófagos y todas las células involucradas en la lucha, el sistema inmunitario organiza la inmunidad adaptativa. Es más lenta pero mejor organizada que la anterior. Las primeras en actuar son la división de las células dendríticas, espías del enemigo y que transmiten información secreta tras capturar al virus y someterlos a un interrogatorio en los ganglios linfáticos (inflamación en los ganglios linfáticos). Una vez obtenida la información se la pasarán a los héroes de la tercera fase, la división de los linfocitos.
Fase III, la especialización del ataque
Ahora el ejército tiene a sus mejores soldados con información específica para atacar. Los soldados linfocitos T y B empiezan a generar anticuerpos específicos para atacar al virus, haciendo que este se debilite y sea derrotado fácilmente. Además, ciertos linfocitos T viajan por el organismo para ordenar morir a las células infectadas. Una vez terminada la batalla y ganada la guerra, anticuerpos y linfocitos mueren pero linfocitos B de memoria viajan a la medula ósea para guardar la valiosa información de cómo acabaron con este virus. Si vuelve, estaremos preparados (aunque aún no se sabe cuánto tiempo tendremos esa memoria, meses, años, toda la vida…).
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¿Por qué tantas personas han perdido esta guerra?
Hasta aquí todo parece idílico, nuestro ejército ganó las batallas y finalmente la guerra. Pero el Covid-19 también ha dejado miles de fallecidos. Una de las teorías más aceptadas es la “tormenta de citoquinas”. Decíamos anteriormente que macrófagos y otras células intercambiaban “whatsapps” llamados citoquinas, que tienen una naturaleza pro-inflamatoria, esta inflamación genera que más células generen más citoquinas y se convierte en un círculo vicioso. Es decir, se genera un ambiente tan hostil para el virus, que también nos afecta a nosotros, lo que puede provocar neumonías, embolias, trombos, etc. A mayor presencia del virus, mayor número de citoquinas y esto es lo que realmente diferencia al Covid-19 de otros virus, la velocidad de replicación que hace que el sistema inmunitario vaya al ataque con todo en los casos con mayor gravedad.
En estos casos la inflamación es tan grande, que ocasiona que los pequeños sacos de aire del pulmón se llenen de líquido, dificultando la respiración (neumonía) y generando trombos, ya que la inflamación y el virus generan daños en las células que revisten los vasos sanguíneos, generando un incremento de la coagulación sanguínea (trombosis y embolias pulmonares). Si además, la persona tiene enfermedades de tipo cardiopulmonar, la gravedad aumenta.
Otro de los casos a tener en cuenta es la obesidad. Hay que recordar que la obesidad genera que el organismo un aumento de las citoquinas pro-inflamatorias, derivadas del exceso del tejido graso, que unidas a las que puede producir el Covid-19, se convierte en un cuadro preocupante.
Imagen 5. Nuestro propio ataque puede ser el causante del empeoramiento de los casos más graves.
¿Por qué no vencemos de una vez al Covid-19?
El virus no para rebrotar una y otra vez. Parece una batalla perdida, y es que solo hay aparentemente una forma de vencerle, que es exponerse a él y generar linfocitos B de memoria que nos protejan en el futuro, pero esto se llevaría por delante a los más vulnerables por el camino (y también a sujetos aparentemente sin riesgo previo), un coste inasumible, por lo cual solo queda esperar a una vacuna eficaz que lo haga del mismo modo que se ha conseguido con otros virus.
Vacunas
Pronto tendremos las primeras vacunas para el Covid-19. Probablemente las primeras sean menos eficaces y con el tiempo se conseguirán mejorar tanto en seguridad como en eficacia. El proceso de una vacuna sigue 3 pasos, creación, pruebas y fabricación. Algunos plazos se han acortado por la urgencia de la situación y/o motivos económicos, y pronto veremos a la luz nuevas formas de tratamiento tanto para la prevención como para su tratamiento.
Resumen
A modo de analogía de guerras, batallas y ejércitos, hemos intentado explicar para todos los públicos cómo el Covid-19 afecta a nuestro organismo, como este se defiende y que lo hace tan particular. Esperemos que pronto, este, como tantos otros virus, quede vencido para siempre.
Para llevar
Para conseguir lidiar una guerra en nuestro interior con un enemigo hostil como el Covid-19, es fundamental que tengamos nuestras defensas y nuestro sistema cardiopulmonar en óptimas condiciones (vamos a ponérselo difícil). Para finalizar, dejo las siguientes reflexiones…
- Al covid-19 le gusta la obesidad y el sobrepeso (ambiente pro-inflamatorio)
- El alcohol, el tabaquismo, y otros malos hábitos debilitan nuestro ejército ayudando al virus en su ataque.
- El ejercicio cardiovascular es el mejor aliado contra los problemas del sistema cardiorespiratorio, ya que lo entrena para ser “más fuerte”. Al Covid-19 no le gustara llegar a su lugar preferido y encontrar este lugar en perfecto estado.
- Correctos hábitos dietéticos y ejercicio cardiovascular y de fuerza son el mejor entrenamiento para nuestro ejército. Sedentarismo, pobres hábitos dietéticos y excesos de sustancias tóxicas para el organismo, son el mejor aliado del Covid-19.
ÁNGEL RODRÍGUEZ